domingo, 24 de febrero de 2019

El amor es como una bella y delicada flor



Alicia, ¿qué te está sucediendo? ¿en qué momento cambiaste? ¿por qué no me di cuenta? ¿merece la pena seguir luchando por nuestro matrimonio? ¿aún queda amor? Y si queda, ¿dónde está?

Mi mente retrocede unos veinte años. Alicia siempre tuvo la tez fina, una voz dulce (tan dulce como ella). Era fuerte, tan fuerte como un vendaval. Alegre y brillante como el sol. Brillaba por sí sola. Eso fue lo que me enamoró.

Acaba de cumplir los 50. Hace tiempo que su piel perdió color y ese lustre que le embellecía. De repente, un día, se apagó; y no solo me refiero a su aspecto sino a su interior. 

Ya no ríe. Ya no me reta entre carcajadas. Ya no bromea. Ya no quiere salir de su habitación. Ya no quiere hacer el amor. Ya no quiere salir de esa capa lluviosa que le acecha desde que se despierta hasta que cierra los ojos. Ya solo se siente en paz cuando los cierra, y quizá ni eso, porque en plena noche la escucho gritar del dolor que le causa la pesadilla que se apodera de su mente. Ya no me abraza cuando llego del trabajo. Ya no sé si siente. Ya no sé si sigo llenándole el corazón...

Algo hizo que cambiase sus emociones. Fue ella misma o puede que el culpable fuese yo. Con tantas responsabilidades y compromisos no me percaté de qué pudo ser hasta que hace dos años me pidió el divorcio y me di cuenta de que ya nada era igual.


Un día como otro cualquiera, me despierto. Ella sigue ahí, anclada en la cama. Muy lejos de mí. Intentaré no hacer ruido mientras me preparo para ir a trabajar ya que duerme plácidamente. 

Durante el transcurso de la jornada laboral no ocurre nada interesante, así que no entraré en detalles. Miro el móvil y veo un mensaje:

—¿Te veo a las 18:00 donde siempre? 

Como de costumbre, voy al bar que está a 5 minutos de la empresa. Ahí está ella, tan dicharachera como siempre. Hablando con todos los camareros. Todos se ríen con ella. Desprende tanta juventud y ganas de vivir. En cuanto me ve, me besa apasionadamente. Tiene algo que proponerme.

—Había pensado que como en 2 semanas tienes vacaciones, podríamos irnos a Menorca. 

—¿No es muy precipitado? — De repente, siento una punzada en el corazón.

—¿Qué te sucede? ¿Estás preocupado porque no sabes qué excusa poner en casa?—Eso es justo lo que me ocurre...Alicia...

—Solo creo que no es una buena idea.—A Menorca fuimos por nuestra Luna de Miel... qué recuerdos.

—Si no se va a enterar. Está siempre en su mundo. No hay más que verla cuando camina por la calle. Y tu hijo seguro que lo entiende perfectamente.

Algo me dice que esto no está bien. Que debo irme y acabar con esta farsa que me tapa los ojos con una venda protegiéndome de la realidad. Que debo volver a casa.

Nada más entrar, lo primero que veo es el cabello desaliñado de Alicia. Tiene un libro entre sus manos, mientras toma un café. Se da la vuelta y me mira directamente a los ojos. Hacía tiempo que no se dirigía a mí.

—He pensado en una cosa. —escucho con atención su propuesta— aprovechando el buen tiempo, podríamos sentarnos en el jardín con Juanito y contar las estrellas, como hacíamos todos los veranos antes de... —se le corta la voz y hace una mueca de dolor.

—¿Por qué te apetece de repente? —pregunto asombrado.

—Tú hazme caso.


Efectivamente, cumplimos nuestro objetivo a rajatabla. Cada noche cenábamos en el jardín los 3 y con el estómago lleno, contábamos las estrellas. 

Nuestro hijo, Juanito, estaba feliz. Siempre se divertía con nosotros. A pesar de sus 15 años, uno no pierde del todo el niño que lleva dentro. Alicia cada noche reía con nosotros. Recordaba anécdotas de nuestro noviazgo. La tercera noche, me agarró de la mano y no se la quise soltar. Le brillaban los ojos y su tez poco a poco fue recuperando su tono rosado. 

Alba me llamaba todos los días. No quería romper esta nueva armonía que se respira en mi hogar. Alicia nunca me dijo nada, pero sé que lo sabía. Lo sabe desde hace meses, pero nunca me dijo nada. En el momento que quisimos divorciarnos, ella me dijo que podía hacer mi vida. Lo he intentado por todos los medios, pero hay algo dentro de mí, cada vez más fuerte, que no me lo permite.

Decido afrontar la situación que tengo con Alba.

—¡Hombre por fin! ¿Por qué no me coges las llamadas?

—He estado pensando.

—¿En qué? Recuerda que en poco tiempo nos vamos.

—No voy a hacerlo.

—¿Qué? Espera... ¿no me digas ahora que has decidido volver con Alicia?

—No deseo nada más en este mundo.

—¡Pero si hace años que vuestro matrimonio cayó en la monotonía!

—A veces la monotonía es justo lo más especial de una relación.

—¡Estás loco! —dice entre carcajadas. Me cuelga el teléfono.


Me dirijo hacia la floristería más cercana. Compro el ramo de rosas más grande y hermoso de toda la tienda. Lleno toda la casa con mensajes para ella. Espero con impaciencia a que vuelva. 

En cuanto entra lo primero que hace es leer cada mensaje:

Quiero que todo vuelva a ser como antes.

Anulemos los papeles del divorcio.

No quiero separarme de ti nunca más.

Quiero envejecer a tu lado.

Cuidaré de nuestro amor todos los días de mi vida.

Su rostro refleja ilusión y confusión a la vez. Como echaba de menos esa expresión de inocencia que la caracteriza.

—¿Sabes por qué te pedí que cada noche volviésemos a mirar las estrellas? —escucho atentamente mientras retengo las ganas de besarla y no soltarla jamás —porque el amor es como una bella y delicada flor, hay que regarla cada día para que nunca desaparezca su brillo; y si no la riegas, esta se pudrirá poco a poco perdiendo toda su magia, y eso fue lo que pasó con nuestro matrimonio. Ninguno de los dos supo cuidarlo. Entonces, un día decidí que teníamos que salvar lo nuestro recuperando aquella conciliación familiar que tanto nos unió durante años y disfrutando de tiempo de calidad juntos. Dentro de mi severa depresión, siempre quedó algo de esperanza en mí. La magia puede renacer y quedarse para siempre con nosotros.



En 2018, España se convirtió en el segundo país europeo con mayor número de divorcios. Hay varios factores que afectan, entre ellos, la falta de conciliación familiar. Las responsabilidades, la vida social intensa, las redes sociales... etc, son causas potenciales. 

No dejéis que la sociedad actual maneje vuestras emociones y sentimientos a su antojo. Es imprescindible encontrar un espacio cada día para la intimidad en la pareja. No perdáis el tiempo mirando la pantalla del móvil e invertirlo en pasar juntos tiempo de calidad.







No hay comentarios:

Publicar un comentario